Fomentar la autonomía. El Punto Final en Onda cero Pamplona

Llevamos años oyendo hablar de las madres helicóptero, esas que sobreprotegen a sus hijos, vigilándolos a todas horas, haciendo las cosas por ellos y no dejándolos crecer. Pero últimamente este fenómeno ha ido a más, alcanzando límites preocupantes incluso en la adolescencia y la juventud, etapas en las que naturalmente deberían empezar a despegarse del adulto para construir su identidad.

El mensaje que reciben es claro: no puedes solo. No se confía en que sean capaces de valerse por sí mismos, y en algunos casos más extremos, esta dependencia se interpreta como una forma de amor. Es una forma “perversa” de relación, en la que el adolescente acaba necesitando a su madre para todo: estudian juntos, le hacen la mochila, le llevan, le traen, le recogen la habitación, y más adelante incluso le resuelven problemas en la universidad, le justifican o le acompañan a entrevistas de trabajo.

Las consecuencias no tardan en verse. En lo académico o laboral, muchos se vuelven inseguros, incapaces y perezosos. Pero el impacto no queda ahí. También afecta a sus relaciones personales: con amigos, con la pareja e incluso consigo mismos Los seres humanos tendemos a repetir los patrones relacionales que aprendemos en casa. Por lo tanto, algunos asumirán el rol de quien protege y cuida en exceso, mientras que otros esperarán de su pareja lo mismo que recibieron en su infancia: que les resuelva la vida. ¿Cómo van a construir relaciones basadas en la libertad, en el apoyo mutuo y en empujar al otro a mejorar, si en casa les enseñaron que amar es depender? 

Hoy en día seguimos confundiendo amor con sobreprotección. Creemos que querer a alguien significa evitarle cualquier dificultad, estar siempre ahí para resolverle los problemas, hacerle la vida más fácil. Pero cuando el amor se basa en la dependencia, difícilmente pueden construirse relaciones sanas. Ayudar a los demás es valioso y necesario, pero otra cosa muy distinta es hacer todo por alguien hasta hacerle sentir que no puede solo.

Seamos valientes y dejémosles crecer.

Adriana Urra

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