Es la hora de la Educación

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No creo ser la única que si le ofrecieran un deseo pediría volver a la vida normal, poder disfrutar del verano y empezar el otoño con la ilusión de todos los años.

Pero vivimos en un “ay” de miedos: a contagiarnos, a contagiar a nuestros mayores, a conservar el trabajo… Ahora resulta que la vida era fácil hasta que llegó el virus…y nosotros sin saberlo.

¿Y quién arregla esto? Esperamos la vacuna de los científicos (pero va a tardar), los nuevos tratamientos de los sanitarios (pero no queremos llegar a enfermar) o las normativas oficiales que “garantizan” la seguridad (y también hunden la economía).

Como me dedico a la Educación, estoy especialmente preocupada por el comienzo de las clases y puedo imaginar cómo estarán en los centros escolares que tienen que organizarse para poder atender a los alumnos presencialmente (que es lo que todo el mundo quiere) y a la vez prevenir los contagios, algo complicadísimo por no decir imposible: para separar a los alumnos necesitan muchas más instalaciones, medios y profesores de los que tienen.

Estoy segura de que van a hacer todo lo que puedan y algo más. Lo malo es que hay una parte que no pueden controlar, esos alumnos bien separados en clase se pueden juntar 5 minutos antes o el fin de semana o en el autobús y tirar por la borda todo el esfuerzo: 1 contagiado y toda la clase confinada, puede ser un caos.

Ejemplos de imprudencia tenemos de todas las edades, no nos engañemos reduciendo todo a los botellones.

Complicado y muy sencillo a la vez. Los que entienden nos dicen que se puede prevenir el contagio con conductas básicas si las seguimos a rajatabla y haciendo vida normal: mascarilla, distancia y jabón, pero siempre y en todas partes: en el cole, el bar, el autobús e incluso en casa!

Será fácil pero no lo estamos sabiendo hacer y nos estamos jugando mucho como para no conseguirlo.

Para hacerlo necesitamos conciencia del peligro (no nos contagian más los desconocidos que los amigos), respeto a los demás, un poco de disciplina “japonesa” y estar muy atentos a muchas conductas que hacemos sin pensar constantemente.

Y es algo que corresponde a la EDUCACIÓN: la de los niños y adolescentes corresponde a familias y centros escolares. Merece mucho más la pena dedicar los esfuerzos a esto que a separarlos en clase.

¿Y quién nos educa a los adultos? Es muy triste que nos tengan que poner multas, y muy egoísta que pidamos sacrificios a los demás: la mayor la de los sanitarios, pero también investigadores, hosteleros y ahora les toca a los centros escolares y no ser capaces de controlarnos a nosotros y a nuestros hijos.

Con vacuna o sin ella, necesitamos EDUCACIÓN.

Olga Ibiricu Díaz.

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