A veces, las lecciones no las dan los profesores a los alumnos, sino que sucede al revés, como me pasó el otro día con una estudiante de Bachiller de Tafalla que me contó entusiasmada que desde que lo practicaba estaba mucho más feliz y le iba mejor en el Instituto: ese hábito que tanto le está ayudando no es ninguna técnica mnemotécnica innovadora sino algo al alcance de todos: ¡ No quejarse todo el rato ! Qué maja, me dice “Oye, desde que no me quejo, estoy mucho mejor “ y para conseguirlo su receta es fijarse en todo lo bueno que le rodea y agradecerlo. Suena cursi y es que los adultos somos más adolescentes de lo que pensamos, funcionamos por modas (¡ Serán los algoritmos!) y está claro que el agradecimiento no es el último grito. A mi amigo Paco cada vez que da las gracias le cae una chapada. Pero ya llevamos demasiados años con ambiente cenizo y hay que salir de ahí. Que sí… que hay motivos para el pesimismo: pandemias, guerras, crisis económicas interminables y que se encadenan pero esto es lo que nos toca vivir y la vida vuela, así que si fuéramos un poco más listos, cambiaríamos de chip. Haz la prueba de observar a tu alrededor quienes son los más felices, con los que te apetece encontrarte, y verás que son esos que miran la botella medio llena, disfrutan bebiendola y, además, agradecen a quien la ha llenado: al conductor de la villavesa, la enfermera que le saca sangre o la monitora de pilates y alguno hasta en la propia familia. Eso ya es para nota! Me da envidia esa gente, de mayor quiero ser como ellos. Para ir entrenando, hemos querido poner nuestro granito de arena organizando un concurso para dar las gracias, en este caso a los profesores. Desde aquí os animo a participar: tenéis hasta el 17 de Abril y toda la información en la web aula2.com.
Olga Ibiricu
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