¡Cuántas veces hemos dicho a nuestros hijos “No estudies con las manos en los bolsillos, coge papel y lápiz”. Tenemos la experiencia de que escribir ayuda a pensar. No solo para estudiar, en una reunión de trabajo,, en una conferencia o una entrevista, tener un bolígrafo en la mano ayuda a la concentración, parece que pone al cerebro en alerta, dispuesto a captar lo importante y escribirlo sabiendo que no se va a repetir, como el portero que se prepara para pillar el balón antes de que entre en la portería sin opción de moviola. No todo lo que vamos a escuchar merece la pena y es importante que diferenciemos “el polvo de la paja”.
Si conseguimos transmitir esto a los estudiantes, les daremos una herramienta útil para sus competencias escolares y también profesionales: lo aplicarían cuando estén en clase cogiendo sus propios apuntes sin depender de los ajenos y logrando un mayor aprovechamiento de las clases y, por supuesto, les ayudaría a concentrarse en su trabajo personal, tanto haciendo las tareas (cogen el boli para escribir la respuesta del ejercicio pero no para pensar la solución pretendiendo saltarse el proceso de pensar) como cuando tienen que ponerse a hacer una de las cosas más aburridas que hay que es el momento de la memorización. Ellos también entrenan esta capacidad de síntesis cuando escriben twits, o mensajes breves en el teléfono, hay que explicarles que el boli sirve para lo mismo.
Muchas veces vemos que estudiar así les supone un rechazo porque les supone un esfuerzo y “se engañan” diciendo que prefieren estudiar directamente del libro. No hay manera de que nos hagan caso. Cuando les vemos estudiar así pasivamente, sabemos que es fácil que la conexión entre el cerebro y el libro sea muy débil, con poca cobertura, y que sus ojos leen el libro y su boca repite vocalmente las palabras, su mente está muy lejos de ahí.
Están hartos de nuestros consejos, y por eso a veces parece que hacen justo lo contrario de lo que les decimos, además, a ellos les gustan los atajos, por eso hoy no les voy a proponer que hagan esquemas (¡por enésima vez!) sino que hagan “chuletas”, es decir, que busquen lo importante y lo escriban de forma sintética y clara para poder leerlo sin esfuerzo con especial atención a lo que es más difícil de memorizar, seleccionando, yendo al grano y no copiando todo porque en la chuleta no hay mucho sitio. Cuando vean que así casi se lo han aprendido, verán que no merece la pena sacarla en el examen y arriesgarse a que les pillen…¡ espero no incitarles a la delincuencia!
Hay exámenes en los que no es suficiente tener claros los conceptos, sino en los que se les pide ser capaces de redactar un tema de forma estructurada, cuidando la expresión y con información suficiente. Esto les pasa más en bachiller y habitualmente saben con antelación cuáles pueden ser los temas porque coinciden con el programa de la asignatura. Ahora lo que les propongo es que preparen “cambiazos” de cada posible tema. Una vez comprendido el tema, y a poder ser hecha la chuleta, tendrían que redactarla cuidando la expresión, ordenando las ideas por párrafos y pensando qué aspectos hay que explicar con más detalle. Hacer esto es entrenarse para el examen, evitar la improvisación, pudiendo leer en voz alta lo que han escrito y autocorregirlo. Así están estudiando sin darse cuenta, es menos aburrido que la mera memorización y mucho más eficaz. Requiere un esfuerzo de concentración les ayuda a mejorar la expresión que es una de las perjudicadas con las nuevas tecnologías.