Pensamos cuando controlamos nuestro pensamiento

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Los educadores pueden ayudar a los alumnos a pensar, pero también los alumnos deben analizar cómo piensan y qué es pensar (metacognición) para que sean ellos los que controlen su pensamiento. Daniel Kahneman (Premio Nobel de Economía) en su libro: ”Pensar rápido, pensar despacio” nos da las claves:

Presenta la hipótesis de que tenemos dos sistemas de Pensamiento: el 1 es el rápido, el que tenemos constantemente conectado aunque no somos conscientes de él, es nuestra atención involuntaria, pensamos “sin querer” y nos permite responder a preguntas sin tener que pensar, es nuestro pensamiento automático. En situaciones de emergencia sin tiempo para razonar, el sistema 1 actúa y nos permite reaccionar a tiempo ante un peligro o un estímulo inesperado. Es la intuición.

El sistema 2 es más lento, para acceder a él tenemos que poner nuestra atención voluntaria y consciente.(“espera, déjame pensar”) Nos conectamos cuando “necesitamos pensar” porque no sabemos responder intuitivamente a una cuestión y ponemos nuestra mente a razonar, o cuando algo nos sorprende, o sentimos que podemos cometer un error y…necesitamos pensar. Se puede comprobar experimentalmente porque las pupilas se dilatan hasta que encontramos la solución o desistimos. Si estamos haciendo otra cosa nos detenemos para poner toda nuestra atención en ese pensamiento.

Podemos llegar a estar tan concentrados que no somos capaces de captar un estímulo que se nos presenta (no atendemos al sistema 1). Esto se ve en el famoso experimento del gorila invisible (Chabris y Simons) o nuestra propia experiencia de no enterarnos de lo que ocurre a nuestro alrededor cuando estamos enfrascados en un asunto.

A veces, cuando un alumno hace mal una tarea escolar, lo achacamos a que no está atento, no está centrado en la tarea, no presta atención, pero en realidad suele ser por hacer una tarea difícil con el sistema 1. Para hacer esa tarea necesitan el sistema 2 pero no sienten la necesidad y no se conectan y siguen en el 1, responden sin pensar, automáticamente, lo primero que se les ocurre. Un claro ejemplo es en los ejercicios de lenguas extranjeras: responden como lo harían con su lengua materna, confiando en la intuición, pero ésta se produce cuando dominamos la lengua y no suele ser el caso en la 2ª o 3ª lengua.

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